A dónde vayamos, vamos con todo


Hace un par de días fui a practicar Ashtanga Yoga al shala que Ana Desvinges abrió en la Ciudad de México. Cuando llegué, un “franelero”, es decir, una persona que te  ofrece cuidar el carro que estaciones en la vía pública por una propina, me pregunto a dónde iba y enseguida añadió: "¿A poco el yoga ayuda tanto? ¿Pero es mental o de ejercicios?" Traté de explicarle de manera breve mi opinión al respecto y al final me dijo: “¡Qué chido por ustedes que hacen algo para estar bien!”
            “Casualmente” (y lo entrecomillo porque cada vez estoy más convencido de que no existen casualidades), Ana comenzó su clase de la siguiente manera: “¿El yoga es físico? Sí. ¿El yoga es mental? Sí. ¿El yoga es espiritual? Sí. Como todo en la vida. A dónde quieras que vayamos, vamos con todo”. Y creo que ahí está uno de los puntos centrales donde nos atoramos y nos metemos en problemas: pensar que esto es más espiritual, que aquello más físico o que lo otro es mental. En realidad, ¿qué es mundano y qué es espiritual?
            Patañjali señala en sus Yoga Sutras que “el sufrimiento que está por venir puede y debe ser evitado”, y sus palabras me hacen sentido al relacionarlo con la reflexión anterior. Muchas veces pensamos que el trabajo de oficina es solamente mental y descuidamos totalmente el cuerpo. Es entonces cuando vienen los problemas de columna y sedentarismo. O luego, por el lado contrario, pensamos que lo mejor es ejercitarnos como deportistas de alto rendimiento y dejamos de atender el estado por el que atraviesa nuestra mente y emociones. E incluso, he conocido a muchos practicantes que consideran que la vida debe ser totalmente espiritual y se olvidan de los asuntos prácticos de la vida. Por esto, una de las razones de ser de la práctica del yoga es la cultivar la atención consciente de que en realidad no hay separación, de que a dónde vayamos, vamos con todo, con nuestra espiritualidad, nuestras emociones, nuestro estado mental y físico. Platicaba con un amigo de estos temas y el me comentaba de un maestro de yoga que siempre vestía ropa de diseñador. La primera impresión, me confesó, fue juzgarlo: "¿Dónde queda entonces la renuncia?" Tiempo después se enteró que este maestro, además de dar clases de yoga, ¡era gerente de mercadotecnia de una marca de ropa! Su forma de vestir era parte de su trabajo en el mundo. Pregunto una vez más, ¿cuál es la diferencia entre lo mundano y lo espiritual?
    Cuando somos realmente conscientes de esta totalidad y unión, nos volvemos más curiosos de nuestras emociones y sensaciones, entendemos que no hay separación. Por ejemplo, una de los beneficios que agradezco de la práctica es que ahora estoy más atento a lo que mi cuerpo me dice. Si existe algo que me angustia o preocupa, inmediatamente percibo como los músculos de la espalda alta se tensan. Si no me estiro, el malestar se extiende al todo el cuerpo así que sé que lo que necesito es estirarme, practicar ásanas para que los músculos se liberen.
            Por eso,es bueno entender que practicar yoga no significa abandonar tu trabajo, tu familia u obligaciones. Al contrario. Una de las enseñanzas centrales de la Bhagavad Guita es cumplir con tu dharma, con la acción, con tu misión. Hoy nos ha tocado ser yoguis urbanos. Experimentamos esta maravillosa forma humana para descubrir quiénes somos. El yoga es un trabajo constante de autoindagación, de observarnos y comprender por qué y cómo estamos aquí y en este momento preciso. Cuando estás en tus obligaciones laborales, estás con todo lo que tú eres. Cuándo vas a una mezquita, a un áshram o iglesia, ¡también vas con todo: tu cuerpo, tus emociones! Al estar con tu pareja, ocurre lo mismo. Contempla qué significa esta afirmación: “A dónde quiera que vayamos, vamos con todo.” ¿Qué significa en tu vida? ¿Qué cambios observas si empiezas a ver tus relaciones y hábitos a partir de este enfoque de totalidad? De esta unión es la habla el yoga.

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