El miedo nos paraliza

 



Practicamos yoga no por las formas ni siquiera 

por nuestro bienestar. Lo hacemos porque al 

cambiar nosotros, se transforma nuestro entorno. 

Esa es nuestra gran contribución al mundo.


Jñana Dakini


Un día en la oficina


Jorge N. trabaja como diseñador en una empresa de  publicidad. Es el encargado de revisar las imágenes y  el arte de los materiales antes de enviarlos a imprenta. Está habituado a trabajar bajo presión porque siempre opera  con tiempo limitado, como si el reloj estuviese en su contra, ya que el cliente solicita cambios de último momento. 

Sin embargo, el estrés al que estaba sometido le impedía concentrarse porque sus compañeros y el gerente de su  área no cesaban de presumir cómo habían logrado ganar esa cuenta. Ellos estiman que el cliente representaba el 25 por ciento del presupuesto fijado en sus metas. 

Eran las cuatro de la mañana y Jorge debía enviar los archivos a imprenta. Justo cuando ya tenía todo listo, la ejecutiva que llevaba la cuenta escribió un WhatsApp advirtiéndole que no mandara nada porque el cliente había solicitado un cambio más. Jorge entró en pánico. Exhausto después de trabajar doce horas seguidas, sabía que, si no presionaba la tecla send, los volantes, la folletería y las impresiones de gran formato llegarían un día después de lo acordado. Por temor a perder la cuenta y a ser criticado por sus colegas, decidió ignorar el mensaje de la ejecutiva y entregó los materiales sin los cambios solicitados por el cliente. 

No avisó a nadie y los siguientes días fueron un infierno porque solo estaba esperando que llegara el material para recibir un alud de reclamaciones y la posible cancelación del contrato. El resultado fue que sufrió de una colitis que lo incapacitó durante tres días. Afortunadamente, el cliente no hizo ninguna reclamación por los cambios no aplicados.

 ¿Era necesario?

El miedo nos paraliza, nos impide actuar con claridad y, sobre todo, nos imposibilita salir de nuestra zona de confort. 

T.S.K. Desikachar explica que los seres humanos “nos sentimos inseguros. Tenemos dudas sobre nuestra postura en la vida. Tenemos miedo de que las personas nos juzguen mal. Nos sentimos inseguros cuando se altera nuestro estilo de vida”.

El temor de perder su trabajo, a recibir las reprimendas de sus superiores y la descalificación de sus colegas, coartaron la habilidad de Jorge para comunicar lo que había sucedido. Esto derivó en un desequilibrio de su estado de salud sin olvidar que la posibilidad de perder al cliente estaba latente.

Por esa razón, una de las primeras cualidades que debe cultivar el practicante de yoga es la valentía. 


Lleva tu vida valientemente, sabiendo que 

nada de lo que tengas que enfrentar es 

más fuerte que tú, ni más pequeño. Este 

acercamiento es una manera dhármica de 

vivir. Es valentía. Ves tu problema como tu 

igual, nunca más grande ni más pequeño. Y 

por eso eres capaz de plantearte frente a las 

exigencias de cada momento.

Swami Chidvilasananda


Eres más grande que tus problemas

Desarrollar la valentía como una cualidad de nuestra personalidad nos permite mejorar nuestra autoestima y salir de nuestra zona de confort. 

Una de las 17 recomendaciones o “archivos de riqueza” que T. Harv Eker enseña que para generar abundancia material es: “los ricos actúan a pesar del miedo. Los pobres dejan que el miedo los detenga”.

Para tomar una decisión trascendental, enfrentar un desafío o iniciar un proyecto nuevo se necesita valentía. A mí me gusta el enfoque de Lodro Rinzler, autor de Camina como un Buda, para desarrollar esta cualidad al resumirlo en una sencilla tarea: “tener confianza en tu capacidad de despertar”. 

Mira al miedo de frente

Una de los aspectos que más disfruto del yoga es la oportunidad que te brinda para ver la vida con una perspectiva más amplia. Encuentras el camino medio: ni una alegría desbordada, ni una depresión profunda. Comprendes que todo es transitorio, que cualquier estado emocional y mental, por más intenso que sea, no se aloja permanentemente en ti. Que los pensamientos, al igual que todo lo que existe, se crea, se mantiene y se disuelve.

Comienzas a generar la conciencia del testigo. Y así, todo aquello que se genera en tu vida se transforma en una metáfora para contemplar y crecer. 

Recuerdo una historia que cuenta Paramahamsa Yogananda de su maestro Sri Yukteshwar sobre un episodio de su infancia que encierra una gran enseñanza. Cito: “En cierta ocasión, mi madre trató de asustarme con un espantoso cuento de fantasmas en un cuarto oscuro. Fui inmediatamente allí, y luego le expresé mi desilusión al no encontrar al fantasma. Mi madre no volvió a repetir ningún cuento de horror. Moraleja: Mira al miedo de frente y cesará de importunarte”.

Definitivamente, generar la capacidad de atestiguar la vida es liberador y es la llave para acceder a la sabiduría que ya está en cada uno de nosotros. Así encontraremos que las grandes enseñanzas están encerradas en las pequeñas cotidianidades. Basta una mente en paz, en calma, para que comiences a descubrirte. Pero como comentamos anteriormente, que ese conocimiento, que esa sabiduría, se convierta en un sustento para tu vida diaria.

Vamos a meditar

Toma una postura cómoda que te permita permanecer durante unos diez minutos sin moverte. Idealmente, te recomiendo tomar un curso de meditación para que puedas construir una postura estable, con la espalda recta. Busca que el espacio esté libre de interrupciones. Apaga el celular y si vas a meditar en tu casa o en la oficina, asegúrate que no serás interrumpido. También ten a la mano un cuaderno o diario en el que registrarás tus vivencias durante la lectura de este libro. 

Cierra los ojos. Respira por la nariz. Hazte consciente de la sensación de inhalar y exhalar. Permite que la respiración tome un ritmo natural. Si vienen sonidos del exterior no trates de silenciarlos. Simplemente incorpóralos en tu espacio de percepción. Si detectas una zona donde haya tensión, lleva la experiencia de calma a esa zona del cuerpo. Permite que cada inhalación y exhalación te lleve a un estado libre de agitación.

La clave está en mantener la atención en tu respiración y conservar la estabilidad de la postura. Si la mente comienza a divagar de un lado a otro, repite mentalmente 

Lam al inhalar y Lam al exhalar. Lam es mantra que está asociado al arraigo, la estabilidad y la seguridad. 

Permanece en esta práctica durante ocho o diez minutos. Lentamente abre tus ojos. En tu diario, después del proceso meditativo, anota tus respuestas a las siguientes preguntas:

1. ¿Cómo reconocer la valentía en personas que admires o que formen parte de tu entorno?

2. ¿Recuerdas algún episodio donde mostraste valor? Describe tus sensaciones de ese recuerdo.

3. Eres un ser valiente que ha construido su vida a partir de las decisiones que has tomado con valor. Identifica de dónde viene la fortaleza y la determinación para actuar con valor. Anótalo. 

No existen respuestas determinadas. Lo que obtengas de este proceso de observación interna es sabiduría para este momento en tu vida.


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