La mente
es uno de los bienes más preciados que posees. La mente te permite construir y
reconstruir el mundo que te rodea. Y no me refiero al pensamiento mágico, es
decir, por más que decretes “merezco abundancia”, ésta no se va a manifestar;
si no que, en términos generales, la mente recibe los estímulos del mundo
exterior, los procesa para interpretarlos y posteriormente, a partir de las
emociones que generan la concepción del mundo, la mente también determina
nuestras acciones.
Un mismo estímulo puede tener
distintas interpretaciones. Así lo que para alguien puede significar un
recuerdo gratificante, podría representar una experiencia traumática para
alguien más. Por ejemplo, cierta cantidad en tu cuenta bancaria puede
representar una fortuna o una pobreza frustrante.
Por supuesto que contamos con
referentes generalizados e interpretaciones similares que nos permiten cierta
cohesión como sociedad, nación o clan familiar. Estos referentes son más claros
de observar en ámbitos como el político, religioso, espiritual o corporativo. E
incluso, en la forma de entretenernos y dedicar nuestros espacios de ocio.
Compartimos admiración hacia ciertos cantantes o artistas, vestimos la camiseta
de nuestro equipo de futbol favorito, apoyamos o detestamos a ciertos
políticos, nos sumamos a determinadas causas o nos entusiasman ciertos
platillos típicos, etcétera.
A pesar de estos vasos comunicantes
que hemos creado, cada uno de nosotros los codifica de manera distinta. Por eso
es común escuchar expresiones como “cada cabeza es un mundo”. De aquí la
importancia de cultivar una mente clara, compasiva y luminosa.
El budismo enseña que primero
debemos entender qué hacemos y por qué; y la meditación es una oportunidad que
nos damos para observar la mente como testigos presenciales de una
escenificación teatral que genera una consciencia más clara de que no somos las
emociones que surgen durante los procesos cognitivos y de interpretación del
mundo como nos lo estamos contando.
Si no nos detenemos a observar el
mundo desde la calma del estado meditativo, continuaremos generando emociones
que detonen acciones en piloto automático que nos lleven al sufrimiento.
¿Cuántas veces te han dicho que la productividad está determinada por jornadas
de trabajo extenuantes con horas extra? Y al salir temprano, aunque hayas
cumplido con las tareas que te has fijado, te invade un sentimiento de culpa
porque el resto de tus compañeros siguen en la oficina. Así entonces, ¿cómo
defines la productividad? ¿Cuál es tu propia concepción? Apegarte a la
definición que los demás tienen sobre la productividad, ¿te hará más efectivo
en tu desempeño?
Una manera de comenzar a disminuir
el sufrimiento es desarrollar una consciencia plena sobre lo que pienso y la
manera en qué actúo, siempre desde la calma y la claridad de una mente serena
que emerge a partir de la práctica de la meditación.
De lo contrario, seguiremos con los
mismos patrones que limitan la creatividad para reconstruir el mundo a partir
de la noción de que el cambio es una de las principales constantes de todo lo
que existe en la naturaleza. ¿Acaso crees que no podrás cambiar ni aprender
algo nuevo? Si alguien te dijo que eras un mal administrador, ¿significa que el
resto de tu vida será un caos financiero? Si tu viste un fracaso amoroso, ¿las
relaciones no son para ti? El potencial de cambio del ser humano es
sorprendente y, a partir de la honestidad de conocernos a nosotros mismos e
indagar en la manera que construimos nuestra interpretación del mundo,
estaremos más posibilitados para comenzar a generar cambios significativos en
la manera de desenvolvernos.
Ejercicio
de contemplación
Adopta una
postura cómoda. Ya sea sentado en una silla o en el piso, mantén la espalda
recta con la barbilla ligeramente inclinada hacia el pecho. Tus manos sobre tus
rodillas. Comienza a inhalar y exhalar por la nariz. Con cada inhalación y
exhalación, detecta cualquier zona de tu cuerpo que esté tensa y relaja. Inhala
en tres tiempos y exhala en seis. Repite tres ciclos de esta respiración y
regresa al ritmo natural, inhalando y exhalando por las narinas. Cierra los
ojos y se un testigo de tu proceso de respiración.
Contempla durante unos minutos las
siguientes preguntas: ¿Qué experiencia te ha marcado en el pasado que ahora
determina tu manera de actuar? ¿Esta historia que te has contado, es correcta?
¿Por qué? Medita durante 15 minutos.
Si
requieres mayor información, puedes consultar
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