La vida siempre nos sorprende


En un abrir y cerrar de ojos, han concluido ya el primer mes del año y llevamos algunos días de febrero. Nuestra experiencia en esta forma física, como todo lo que existe en la naturaleza, está en constante transformación. Los hijos crecen, aparecen las primeras canas y las arrugas. Viejos amigos emprenden nuevos caminos y nosotros cultivamos lazos afectivos distintos con personas que quizás, nunca imaginamos conocer. Cerramos ciclos y nos lanzamos a aventuras insospechadas para descubrir que sin importar en la etapa en la que nos encontremos, la vida siempre nos sorprende. 

Ante esta constante transformación del mundo, quizás alberguemos sentimientos de incertidumbre ante lo desconocido y surja el sentimiento de querer controlar el futuro o, peor aún, de habitar en una nostalgia bajo la idealización de un pasado donde fuimos felices. Estas proyecciones, solo nos acarrean un sufrimiento al permitir que la mente divague sin rumbo y enfoque ante lo único real que existe y que es el momento que vivimos ahora. 

Swami Shantananda, en sus comentarios al Pratyabhijñā~hrdayam, un texto de la tradición filosófica del Shivaísmo de Cachemira afirma que “nuestro conocimiento de la realidad se basa en nuestra propia experiencia cotidiana. El sabio dice que cuando abrimos los ojos y nos damos cuenta del mundo que nos rodea, estamos creando nuestro mundo. Y de noche, cuando cerramos los ojos al dormir, disolvemos ese mundo”. Por esa razón, nosotros tenemos la capacidad de crear un paraíso o un infierno de nuestra propia existencia. Y no se trata de una evasión, sino de responder a las siguientes preguntas:

1. ¿Cómo te relacionas con tu realidad cotidiana?
2. ¿Hacia dónde diriges tu atención y enfoque?

Si tu relación con los fenómenos cambiantes que nos rodean es agresiva, temerosa o ambigua, es muy probable que tu vida esté permeada por la ira, el miedo o la incertidumbre. Si diriges tu enfoque a la inconformidad, la queja constante, la enfermedad, la carencia, no dudes que vivas con sufrimiento. Y no se trata de simplemente desarrollar un pensamiento positivo porque el yoga busca desarrollar el punto medio: ni una depresión profunda, ni un optimismo desbordado. Y como bien señalan don Miguel Ruiz y Bárbara Emrys en su libro Los tres acuerdos, “la imaginación es poder, desde luego; pero, como cualquier poder, puede corromperse”. 

Así pues, viene la pregunta, ¿cómo disminuir el sufrimiento en un mundo cambiante e incierto? 

En mi experiencia personal, existen tres elementos que pueden ser pilares en desarrollar una mente resiliente para enfrentar los desafíos y altibajos que forman parte de nuestra realidad. El primero es la percepción clara de la experiencia. Para eso practicamos yoga y meditamos. A través de las posturas fomentamos la salud del cuerpo que nos permitirá desarrollar una práctica meditativa para cultivar la salud de la mente y las emociones. El segundo pilar es el entendimiento correcto de la experiencia. No es suficiente con sentirnos bien. Debemos entender cómo funciona la mente y la relación que existe entre el cuerpo y las emociones. Y para eso es vital el estudio y la auto indagación. Y finalmente, el tercer pilar es el esfuerzo apropiado. Si no establecemos un compromiso con nosotros mismos, nada de esto tendrá sentido. Medita, respira, estírate, sé consciente de cómo te alimentas, estudia… El esfuerzo bien vale la pena. Este nacimiento humano que nos ha hecho coincidir es valioso. No lo desperdiciemos. 

Namasté. 

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