¿Qué estoy haciendo mal?


¿Tienes la sensación de que tus proyectos no avanzan, no cumples tus metas o que amigos tuyos, con el mismo talento, generan mejores ingresos y tienen la vida resuelta? ¿Te preguntas continuamente qué estás haciendo mal?

Una de las cualidades de la mente que solo nos acarrea sufrimiento es el compararnos con los demás. Esta tendencia se conoce como asmitā o ego. Aquí continuamente queremos ser mejor que otros. Vivimos en una eterna competencia con los demás. Nos comparamos con los otros y construimos nuestra felicidad en función de la vida que proyectamos en otras personas.  En este sentido, el primer paso es reconocer que nuestra historia es única e irrepetible. No podemos medir nuestro desempeño en comparación con los demás. Y en la actualidad, es una tendencia difícil de erradicar porque los parámetros de éxito están sustentados en la colectividad y no en el individuo. Y en este contexto, me parece una lectura muy oportuna el libro de Todd Rose, Se acabó el promedio: cómo tener éxito en un mundo que valora la uniformidad publicado recientemente por Harper Collins. En este libro, el director del Programa de Mente, Cerebro y Educación en la Facultad de Educación de Harvard; hace un recorrido para determinar en qué momento de la historia de Occidente se comenzaron a construir los parámetros de competitividad a partir de la elección de un conjunto de individuos y de ahí sacar una media para medir, por ejemplo, cuántas piezas debe armar un obrero en una hora o el número de aciertos en una prueba de matemáticas para determinar si un estudiante es promedio o de bajo rendimiento.

El enfoque de Rose me hizo reflexionar en la importancia de reconocer nuestras capacidades como individuos para mejorar nuestras habilidades. Debemos recordar en todo momento que el camino que alguien más recorrió no significa que sea el mejor para mí. 

Confía en tus talentos, no te compares con los demás y cumple tu misión en el mundo. El autor nos hace una alerta importante: “desde que naces hasta que mueres se te compara con la omnipresente regla del promedio, se te juzga lo mucho que te aproximes o lo mucho que seas capaz de superarlo”. Ya en 1926, el teniente e investigador para el desarrollo de la aviación Gilbert, S. Daniels concluyó, después de varios intentos, que “cualquier sistema diseñado alrededor de la persona promedio está condenado a fracasar”. Así que es tu decisión seguir construyendo tu proyecto de vida comparándote con los demás.  “El potencial humano no es, ni mucho menos, tan limitado como lo asume el sistema que hemos puesto en marcha”, afirma Todd en su libro.

Desde mi perspectiva, el yoga y la práctica de la meditación te brindan elementos de indiscutible eficacia para contactar con la claridad y dejar atrás la tendencia a compararnos en todo momento. Y para ese efecto es fundamental abocarnos a uno de los primeros principios que el practicante debe incorporar en sus actividades cotidianas y es saucha o limpieza. ¿Cómo quieres alcanzar tus objetivos si tu espacio vital es caótico y desordenado? ¿Cómo mantienes la cocina donde preparas tus alimentos? Si no puedes dejar limpio e impecable el lugar donde cocinas, no esperes que todo lo que ingieras te nutra. Principio básico pero que aplica a nuestra claridad mental. Si tus decisiones te llevan al sufrimiento, ¿desde qué lugar actúas? ¿Desde el desorden y la falta de planeación o desde la calma y la claridad? ¿Dejas que los papeles se amontonen en tu escritorio, la fruta se pudra en tu refrigerador o el agua de tu florero se estanque? Si esto ocurre en acciones tan simples, ¡imagina lo que sucederá en tu mente! Revisa tu recámara, el lugar que habitas, tu escritorio de trabajo. ¿Puedes comenzar a comprender qué estás haciendo mal?

El siguiente aspecto que quiero abordar es que, después de contar con un espacio vital limpio, ordenado, entonces puedes comenzar a meditar. Antes no. Meditar te permite ser resiliente ante los acontecimientos que salen de tu control. Te lleva a un estado de calma, serenidad y enfoque. Desde aquí planea, enfócate, encuentra tu misión en el mundo. Se consciente de tu contribución al momento que te ha tocado vivir aquí y ahora. Tu historia es única e irrepetible. Sin meditación no hay calma ni claridad. Sin serenidad ni apertura, la creatividad se estanca y tus talentos se quedarán ocultos. Y al final, lo único que obtendrás será una mente desordenada, caótica y que te llevará al sufrimiento.

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