Marzo marca el inicio de la
primavera. Nuevamente el renacimiento. Los ciclos en la naturaleza (nacemos con
la primavera, crecemos con el verano y el otoño, para transformarnos con el
inverno) son el recordatorio de la cualidad de cambio constante en la vida.
Nada permanece estático. En la tradición filosófica del hinduismo, este
dinamismo está representado por Brahma,
Vishnu y Shiva. Brahma es el
creador, Vishnu se encarga de
sostener y Shiva es el destructor.
Así todo lo que existe nace, se sostiene y finalmente se transforma.
T.S.K. Desikachar enseña que
está cualidad se conoce como paranimavada
y representa la gran posibilidad de transformación que tiene el ser humano: “si
las cosas van mal, siempre las podemos cambiar para mejorar”.
Es
decir, si en tu vida hay algo que te desestabiliza, no te preocupes, no durará
para siempre. Si contemplas con atención, podrás detectar que cualquier
situación o estado externo, nace, se mantendrá durante un tiempo y finalmente
desaparecerá.
La
cualidad de paranimavada tiene dos
lecturas importantes. Por un lado, está el cultivar el discernimiento para no
condicionar nuestro estado de contentamiento interno a algo que está en
constante cambio. Es decir, si tu familia, tu trabajo o tu pareja te producen
felicidad, ¡disfruta con la atención del momento presente! pero ten consciencia
plena que estas situaciones externas están en una transformación constante. El
practicante de yoga permanece ecuánime ante las continuas transformaciones del
entorno. Los sabios yoguis nos aconsejan
no buscar la felicidad en asukha, es
decir, en ese “lugar dónde la felicidad no existe”, y asukha hace referencia a las situaciones u objetos externos porque todo
el tiempo están en una dinámica de cambio.
Sin
embargo, este escenario no es para desanimarnos ya que la cualidad de paranimavada asegura que al igual que
las situaciones externas están en cambio constante, nuestros estados internos
¡también pueden ser trabajados! Yo he escuchado expresiones como: “la gente no
cambia; no hay remedio; así soy; no puedo; es mi condición”. etc. Y si algo me
ha enseñado el yoga es que estás ideas no son correctas. El ser humano tiene un
potencial de cambio sin igual. La práctica de ásanas es un ejemplo claro de cómo podemos transformar el cuerpo.
Con paciencia, práctica y desapego podrás observar como te fortaleces y a la
vez te vuelves más flexible. La meditación es la herramienta indispensable para
cambiar patrones mentales y hábitos de reacción.
El
sufrimiento surge de aferrarnos a algo, de querer permanecer sin alteración
alguna cuando el orden natural es el cambio constante. En este ciclo que
inicia, tienes la gran oportunidad de renovarte y vivir. Observa qué necesitas
trabajar en tu sádhana (práctica) y
renueva tu propósito. Aferrarte a una situación o estado, solo hará que el
flujo natural se interrumpa. Medita y contempla: ¿qué necesito renovar? Si te
cuestionas desde la calma, sabrás exactamente el camino que deberás recorrer.
Ser conscientes de este potencial es liberador. Como bien enseña T.S.K.
Desikachar: “La forma en la que vemos las cosas hoy no tiene que ser la misma
en la que la vimos ayer”.
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