¿Para qué practicar Yoga? ¿Para qué meditar?

La respuesta es sencilla: para acceder a tus aspiraciones más profundas. Es importante recordar que nuestras acciones van dirigidas a mantener mecanismos de sobrevivencia. Es decir, desde niños aprendemos y generamos hábitos que nos permite sobrevivir en ambientes que resultan hostiles. Recordemos que el feto se desarrolla al interior del vientre materno donde cuenta con todas las comodidades: calor, alimento, un ambiente sin estar sujeto a la gravedad. El momento del nacimiento representa un shock porque se terminan estas condiciones de calma y seguridad.
Como podemos observar aquí, la palabra “hostil” no tiene una connotación negativa, si no que hace referencia al cambio repentino de las condiciones en las que el feto vivía su gestación.
Nuestros hábitos se van desarrollando a partir de la creación de nuestros mecanismos de sobrevivencia. El tema es que a partir de estos hábitos comenzamos a construir nuestra realidad.
La realidad no es buena ni mala. El tema es que viene con la capa de nuestras “interpretaciones” de la misma. Y éstas nos alejan de la experiencia misma de eso que llamamos realidad.

Pongamos un ejemplo claro, relacionado con la práctica de ásanas. Voy a practicar paschimottanasana, una flexión hacia adelante. He realizado las preparaciones necesarias para que mi cuerpo esté listo. Y antes de entrar en la postura, comienzan las interpretaciones de la misma: “no soy flexible”, “no me parezco al compañero de al lado”, “me voy a lastimar”, “esta postura es muy fácil”, “prefiero algo más dinámico”, etc.
Todas estas percepciones de “esto” que llamamos realidad (en este caso, paschimottanasana) nos alejan de la verdadera experiencia que nos brinda la postura.
Por esta razón, para tener acceso a nuestras aspiraciones más profundas, lo primero que tenemos que realizar es entrenar a la mente para que nuestros procesos de percepción y cognición se afinen. Y para lograrlo, debemos desarrollar una conciencia plena. Esta tiene cinco aspectos que están determinadas por acciones, o mejor dicho, intenciones sutiles.

Las cinco intenciones sutiles para desarrollar la consciencia plena son:

-Receptividad incondicional
-Claridad
-Calma
-Consciencia del aquí y el ahora
-Relación amorosa con tu experiencia

•Receptividad incondicional

El tener una actitud incondicional receptiva nos permite transformar nuestras relaciones con la experiencia directa.
El cambio que se origina en esta relación con nuestros sentidos es el inicio de un proceso de transformación.
La práctica de la receptividad incondicional parte de tres acciones:

-NO rechazo nada
-NO persigo nada
-NO me aferro a nada

Una oportunidad para cambiar esta relación con tu experiencia de la realidad es aprovechar tu práctica de yoga ásana. En esta semana, realiza tu práctica personal o guiada con este enfoque: “No persigo nada, no me aferro a nada, no rechazo nada”. Registra los cambios sutiles que observes.
Otra manera de contactar con estas cualidades es durante tu práctica de meditación. Ahora es más difícil, en esta ciudad, encontrar espacios adecuados para la práctica de la meditación. Sin embargo, los ejercicios meditativos son también un entrenamiento para la mente.

Durante tu meditación, contempla lo siguiente:

-Si escuchas ruidos externos. NO los rechaces.
-Si aparecen molestias físicas en tu postura, ajusta pero no rechaces nada.
-Si no entras en un estado idealizado de meditación, recuerda, no buscas nada.
-Si entras en un estado de paz y calma, recuerda, no me aferro a nada.

Contempla estos tres sutras o enseñanzas cortas en la semana durante tus actividades diarias. Registra los cambios. Es el principio de la receptividad incondicional.

Om Shanti Shanti Shanti

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