Del peso del alma. Por Tere Vale













¿Será posible estudiar científicamente el alma? ¿La ciencia logrará desentrañar el misterio de la relación mente-cuerpo? ¿O el estudio del “espíritu” y sus funciones corresponde más al campo de la teología o al de la filosofía?
    Lo cierto es que hasta la segunda mitad del siglo xix, el estudio del alma competía exclusivamente a la filosofía, y pensadores tan relevantes como Locke o Kant se regocijaban proclamando la incapacidad humana para comprender las funciones de la “mente”. Según Descartes, el estudio científico del hombre sólo era posible en su cuerpo físico, y por lo tanto, correspondía a la filosofía el estudio de los procesos mentales, nunca a la ciencia.
   Sin embargo, por aquellos años vivió en Alemania un hombre que dio inicio a un cambio importante en el enfoque sobre los procesos psicológicos del ser humano. Me refiero a Gustav Teheodor Fechner, padre de la nueva psicología experimental. Aunque su revolucionaria obra Elementos de Psicofísica no se publicó hasta 1860, la idea básica que iluminó su vida se le presentó una mañana de octubre de 1850, y dio lugar a la publicación de una obra en tres volúmenes titulada Zendavesta de las cosas del más allá. En este prodigioso libro, Fechner menciona el descubrimiento de una relación matemática entre el mundo espiritual y el mundo físico. Este libro, impregnado de influencias chinas, persas e indias, propone una idea insólita para la época y que aún ahora no acabamos de digerir: que el alma y el cuerpo de plantas y animales son uno, un todo orgánico. Fechner rompió, por primera vez en la historia de la filosofía y de la psicología, con el dualismo mente-cuerpo; para la ciencia este fue un paso muy importante. La psicofísica, disciplina que él creó, fue definida como una ciencia exacta de la relación cuerpo-mente, y la cosa comenzó de una manera muy sencilla.
   Un peso, por ejemplo, es un peso, pero tiene un valor considerablemente menor para un rico que para un pobre, aunque se trate de dinero en ambos casos. Fechner observó que ocurría un fenómeno similar respecto a la relación entre la sensación y el estímulo. Ingeniosamente, logró medir de qué manera cada organismo reaccionaba, digamos “mentalmente”, a los diferentes estímulos físicos que se le presentaban, para definir así una escala y forma de medición.
   Aunque a la luz de los conocimientos actuales sus resultados son muy discutibles, la psicología y las neurociencias deben reconocer el esfuerzo de este médico y filósofo en la búsqueda de la balanza capaz de pesar el alma y el metro de nuestras mentes.
   Al lado de Ernst Heinrich Weber, psicólogo y anatomista alemán, Fechner desarrolló la ley de Weber-Fechner, que establece una relación cuantitativa entre la magnitud de un estímulo físico y la manera en que se le percibe. La pregunta que motivó a Fechner a desarrollar la primera ley de la psicofísica fue: si se han descrito leyes universales y simples que gobiernan el mundo externo, ¿podrán encontrarse leyes universales que describan nuestra percepción subjetiva del mundo? Fue él quien propuso que era posible estudiar el mundo interno mediante la experimentación, de la misma forma que se utiliza para estudiar el externo. Estos y otros descubrimientos lo llevaron a la convicción de que era posible explicar mediante principios físico-químicos todos los actos humanos, incluso los intangibles, y esto permitió considerar a la psicología y más particularmente a la psicofísica como ciencias.
   Gracias a Fechner, entre otros, las matemáticas se volvieron la medida de todas las cosas. La medida, también, de los espíritus, por asombroso que esto parezca. En este sentido aún queda mucho camino por andar.

Estimados amigos, reproduzco, con autorización de la autora, un fragmento del libro De sesos y médula publicado recientemente bajo el sello Planeta. La autoría es de Tere Vale, con un prólogo de Javier Crúz e ilustraciones de Erik Rivera. El libro se presenta este martes 8 de noviembre a las 19 horas en el museo Universum de la Ciudad de México. ¡Están más que invitados!

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