Sin embargo, ¿has reflexionado alguna vez que el tiempo es perfecto y que tu momento es el más apropiado para realizar lo que tengas que realizar?
En mis primeras clases de asthanga yoga, al llegar a las posturas en el piso, había que practicar Paschimotanasana.
En esta postura doblamos todo el cuerpo hacia adelante mientras extendemos la parte delantera encima de las piernas y nos sujetamos ambos pies. Yo nunca llegaba y esto me causaba un sentimiento de frustración. Disfrutaba toda mi práctica pero al llegar al piso siempre pensaba: "no, esto no es para mí, no puede ser que no logré toda la serie..." Mi menta se enfocaba sólo en este sentimiento de enojo y no disfrutaba todo lo demás. Sin embargo, todo es transitorio. Nada es eterno ni dura para siempre. Los pensamientos surgen, se mantienen y se disuelven. Así de sencillo. Yo continúe con mi práctica y un buen día deje de pensar en esta postura. De pronto, en el momento menos esperado, descubrí que podía entrar en Paschimotanasana sin ninguna complicación. Descubrí lo maravilloso de esta postura de introspección y también que el tiempo para realizarla era precisamente ese que estaba viviendo. No tenía sentido antes ni tendrá sentido después. El momento, mi momento, era el más apropiado. Fuera del estudio de yoga es lo mismo. Tratar de tener siempre el control puede generarte más angustia de la necesaria. Yo aprendí que si seguía trabajando constantemente los resultados llegarán en el momento apropiado. Ni antes ni después. Y estoy seguro de que en la vida cotidiana ocurre igual.
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